domingo, 22 de octubre de 2017

La sombra de la cesárea es alargada (2º parte)

Aquí tenéis la segunda parte del relato del nacimiento de mi segundo hijo.
Como dije en el anterior: si lo que quieres es una entrada de costura, vuelve mañana, por favor. 

Bueno... pues ya de 40+4 volví a monitores, esta vez acompañada de mi marido. Esa mañana me había levantado un poco "revuelta" y con unas contracciones suaves. Nosotros ya habíamos decidido que iba a parir al hospital de Y, así que yo estaba atemorizada porque tenía contracciones y claro... muchas han ido a monitores y al verlas con contracciones se han quedado. Lo que tiene el cuerpo humano, las contracciones se me pararon nada más sentarme y ponerme las correas.
Nuevamente reconocimiento, ya ni me molesté en hablar, le dijo la auxiliar a la ginecóloga que no quería Hamilton y que quería un parto natural. Me dio el papel, y me dijo que ya estaba de mucho y que no podían esperarme más (fui un yogur caducado a las 40 semanas). Le pedí ir a otro hospital de mi zona donde aguantan a las 41 pero me dijo que no, que ni siquiera podía llamar y hacer una interconsulta porque sus protocolos eran esos y que ya estaba arriesgando demasiado. Además, si esperábamos más podría ponerme de parto en un par de días y eso era jueves santo y claro... "no puedes parir en Jueves Santo".
Volvió a hablarme de bebés muertos, roturas de útero... y me puso el papel delante. Conseguí unos días más (quería ingresarme ya mismo pero conseguí esperar a sábado, que pasase la semana santa. Firmé el papel, según el cual ingresaba sábado para una cesárea programada y salí de la consulta llorando de rabia.
Mi marido me vio y lo tuvo claro: Nos íbamos a Y, ya no había duda,no quería parir en ese hospital.
A mediodía empecé con contracciones más dolorosas, y por la tarde, a eso de las siete, ya no las aguantaba más, así que llamé para que vinieran a quedarse con R.  y nos fuimos al hospital de Y (ni loca me iba a mi hospital de referencia).
Allí fue todo maravilloso: no estaba de parto todavía, pero me quedé ingresada porque poco iba a faltarme, así que esa noche pude descansar y medio dormir, lo que me dejaban las contracciones, que ya iban cogiendo ritmillo. Por recomendación de la enfermera, me metí en la ducha y se aliviaron un poco, pero seguían. A las doce del mediodía rompí aguas, yo sola, y ya la cosa se aceleró. Me bajaron a paritorios, me pusieron la vía y a esperar allí junto a mi marido.
No voy a decir que fue un parto fácil, porque no lo fue. Si tuviera que resumirlo con una palabra, ésta sería MIEDO. Tenía miedo de que los de mi hospital de referencia tuvieran razón, de que las aguas turbias indicaran que algo iba mal, de que fuera verdad que mi bebé podía morirse durante el parto por mi "cabezonería" (dios... ¿cuántas veces escuché esa frase durante el embarazo?). El equipo médico fue inmejorable, me ayudaron muchísimo y me hicieron confiar en mí y en que mi hijo estaba bien.
No paraban de decirme que yo podía, que el bebé nacería bien, que todo estaba yendo como debía... pero me costaba creérmelo. Al final llegó "nuestro ángel de la guarda", el matrón que cuando fui a conocer el hospital me lo enseñó todo, me explicó las cosas y resolvió mis dudas (hubo un cambio de turno, ya que tuve un parto algo largo... es lo que tiene ser primeriza pariendo, no?) y todo fue rodado, recuperé la confianza en mí misma y mi bebé nació. Sobre eso, fue gracioso, porque estaba sonando "El rey león" como música ambiental  justo cuando A. salía, y ese fue el musical que fui a ver durante su embarazo (con R. vimos "Más de cien mentiras", de Sabina, y con U... bueno... "Pulgarcita" XD).
Mi marido cogió al bebé según salía (preferí que lo cogiera él, y que fuera él quien cortase el cordón) y enseguida estuvo encima de mí, y lo pude oler, besar, lamer... porque quererle ya le quería desde antes de tenerlo en mis brazos.
Mi miedo me jugó una mala pasada, pero mereció la pena, mereció mucho la pena. Fue el parto sanador que necesitaba, el que me hizo darme cuenta de que se podía parir después de una cesárea.

Me alegro muchísimo de haber elegido ese hospital, de que me tocasen esos matrones y ese equipo médico, de ser tratada como una persona (cuando me estaba cosiendo el desgarro, el matrón me miraba a los ojos, me hablaba a mi, como persona, y no como un trozo de carne al que coser). Por cierto, sí: desgarro enooooorme que me hizo escuchar más de una vez "tú no querías parir, pues ahora no te quejes" pero del que estoy muy orgullosa porque fue porque mi cuerpo lo quiso así, no porque lo hicieran unas tijeras.
Y asi es como mi bebé nació ese jueves, Jueves Santo, el día que él quiso.
Ah! y parí sin epidural y con óxido nitroso, que a pesar de lo que me dijeron en mi hospital de referencia, no sólo está en Londes.

No me siento más mujer ni más madre ni más nada por haber tenido un parto así, ni siquiera pienso que mi parto sea bonito, mágico o merezca ser contado (aunque para mi lo fue, desde luego: mágico y sanador) pero necesitaba contarlo, soltarlo, igual que hice con la cesárea de R.
Espero que os haya gustado, y que hayáis conseguido leer hasta aquí sin cansaros mucho. Si ha sido así: gracias por leer.

1 comentario:

  1. Me vuelves a emocionar, gracias por compartir! Un abrazo, mamá guerrera!

    ResponderEliminar